RUTINA

Publicado por Unknown , viernes, 10 de febrero de 2012 22:55

Era un día normal como otro cualquiera, los rayos de sol entraban por mi ventana y todo estaba tal y como lo dejé la noche anterior. Me levanté de la cama de un salto, me vestí lo más rápido que pude y me coloqué mi MP3 para ir escuchando música mientras me dirigía al colegio.

Todo estaba bien mientras caminaba, los pájaros cantaban dulces melodías, las flores florecían, los jóvenes mostraban una gran sonrisa…pero al girar la esquina pude ver algo espantoso, vi un coche, un coche que me resultaba familiar, así que me acerqué y vi que era el coche de los padres de Jane, no sabía qué había pasado, pero llamé a la ambulancia en seguida, ella y el padre estaban tirados en el suelo desangrados, y el coche con unos golpes en el capó.


No podía estar tranquila, paseaba de un lado a otro esperando la llegada de la ambulancia, no sabía qué había pasado, pero no podía verlos así, los dos estaban heridos, pero Jane estaba en un estado más grave que el del padre, eso lo supe con solo verla.

La ambulancia no tardó en llegar y yo me fui con ellos, me preguntaron sobre el accidente, pero no supe decir nada, solo les dije que cuando yo había llegado ya estaban en el suelo. Llegamos al hospital y atendieron a los dos rápidamente, al padre de Jane le dieron el alta de momento, no tenía nada grave, solo se dio un fuerte golpe en el brazo, por lo que no podía moverlo bien, pero con un par de días de recuperación, conseguiría una total movilidad, y Jane estaba en un estado completamente crítico y grave, se encontraba en coma.

Cuando se lo dijeron al padre, no se lo podía creer, lo único que hacía era echarse la culpa de lo sucedido, y cuando yo me enteré de esa noticia, me eché a llorar, no podía parar, mi mejor amiga, con la que había compartido los mejores momentos de mi vida, estaba en coma, no podía soportar esa idea, no sé qué sería de mí sin ella…
Cada día que pasaba iba a visitarla, iba con mucha energía, pero cuando llegaba a la puerta de su habitación, no podía contenerme y lloraba como una niña chica, no me gustaba verla en esa cama enchufada a tantas máquinas, me dolía verla así…

Pasaron los meses y seguía sin mejorar, su padre incluso ya la daba por perdida, pero yo, yo confiaba en ella, estaba segurísima de que saldría de esa, al menos era lo que yo misma me hacía creer.

Un buen día, volví a ir al hospital a visitarla, y esta vez llevaba una pulsera muy valiosa para mí para dársela, porque quería que la tuviera ella. Entré en su habitación y me acerqué a ella, me senté en el sillón que estaba junto a la cama y justamente cuando le estaba poniendo la pulsera oí a alguien decir: “¿dónde estoy?”. No podía creer lo que estaba escuchando, ¡era ella, que había despertado!

Cuando le dieron el alta todo volvió a la normalidad, seguimos quedando, viendo las películas que tanto nos gustaban, o simplemente charlando sobre cosas sin importancia. Pero hubo algo que me dejó marcada, fue algo que me dijo al despertarse del coma:

“A veces, lo que se necesita es una buena compañía.
Gracias por estar a mi lado en un momento como este”.

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